domingo, 22 de febrero de 2009

LA PROMESA

Almuñécar (Granada), primavera de 2007. El autor del blog con César Rodríguez en el palacete de La Najarra
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Había conocido a César el año anterior en Madrid. Acababa de llegar de Venezuela con su esposa después de más de cincuenta años de emigrado en aquel país que lo acogió con todo cariño. Paseábamos por la proximidad de lo que hoy es el Parque del Oeste y la plaza del Templo de Debod, en la explanada de lo que en 1936 era el Cuartel de la Montaña. En los días siguientes al 18 de julio de aquel aciago año, algunos oficiales seguidores de Franco se sublevaron y, encerrados en aquel inmenso cuartel, fueron reducidos tras unas horas de asedio y no pocos muertos. La acción militar de soldados fieles a la república estuvo acompañada por la ayuda voluntariosa de milicianos y una muchedumbre expectante, curiosa y temerosa. César estuvo allí, entre aquella muchedumbre. Apostados entre la calle Bailén, Ferráz o Infanta María Luisa, pudo ver con le mirada atónita pero curiosa de una chaval de trece años, la estampa más descarnada de lo que luego sería una tragedia vivida por él mismo y su familia. Había comenzado la Guerra Civil y Madrid aún no sabía que se disponía a vivir un asedio y mucho sufrimiento. La suya, su peripecia y la de su familia, fue una más de las muchas que tuvieron que padecer muchos españoles entonces, enfrentados en bandos políticos irreconciliables, dispuestos a aniquilarse el uno al otro.
Todas las dramáticas vivencias de César las fue guardando en su prodigiosa memoria, y, muchos años después, empezó a escribirlas en unos modestos cuadernos con la única pretensión de dejar constancia de sus recuerdos a los suyos quienes, de todas formas, ya le habían escuchado muchas veces contar sus historias. Los mismos recuerdos que a mi me fue contando, saltando de un suceso a otro, pero hilvanando siempre su relato con sentido y oportunidad. Me impresionó lo que me contaba, teniendo la oportunidad de comprender la dureza que aquellos negros años de preguerra, guerra y posguerra, que tuvo que padecer tanta gente normal y corriente, protagonista a su pesar de dramas que, vistos hoy con desapasionada lejanía, hay que convenir que sobrevivir en todas aquellas circunstancias fue toda una hazaña. Leí sus cuadernos y me propuse escribir su historia; sus historias mejor, porque son muchas y muy interesantes todas. Una de ellas es esta: la promesa. Una promesa hecha a un amigo unas horas antes de su muerte y que nunca pudo cumplir. La historia es esta.

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